jueves, 28 de julio de 2011

Parte 2

El tiempo pasaba, y nunca había un duro para casarnos. Un día, vino el padre de Joaquín  y le dio cuatro mil pesetas de un crédito que le dio un Banco y nos dijo: “coged este dinero y casaros ya. A los quince días nos casábamos. Mis padres me acompañaron ese día. Mi hermano no. Yo iba a cumplir treinta años, sin darnos cuenta habían pasado diez!  






                                                       
La boda fue sencilla. Mi vestido de novia era un conjunto de traje chaqueta sastre azul marino que me regalaron mis primos sastres.De viaje de novios fuimos a Zaragoza y Madrid en un tren correo que paraba por todos  los pueblos que pasaba. El viaje duró toda la noche,  cuando llegamos parecía que salíamos de una carbonera debido al humo de la máquina de carbón. Aprovechamos para visitar clientes. El representante de Madrid nos tenía preparados unos cuantos pedidos, así que nos volvimos para casa contentos y satisfechos de aquel viaje.

No habían pasado cuatro meses, cuando las divergencias  de mi esposo y nuestro amigo eran constantes. Las decisiones del uno y del otro eran dispares. Un día, el amigo vino a mi despacho muy enfadado. Quería hacer un pequeño cambio en el taller  y Joaquín se oponía. Entre otras cosas me dijo:” Tu marido es un inepto para llevar una empresa. De no ser  por ti, hace  tiempo que ya no existiría. Por lo tanto vengo a  hacerte una proposición; tú, eres lista y sabrás como manejarlo para hacerle creer que él decide las cosas, pero has de ser tú quien lo haga, así lo tendremos contento.”  Me quedé sorprendida y sin palabras, él se dio cuenta y dijo:” no hace falta que me contestes ahora, piénsalo y dentro  de tres días volveremos hablar.”
Cuando me quedé sola, reaccioné, vi en él  a un hombre falso y sin escrúpulos. De manera, que me estaba elogiando lo lista que era,  cuando solamente me veía como una mujer inocente y débil. Fácil de convencer, con el fin de ser  él, el que decidiera.

Dos días más tarde, cuando volvía del pueblo, me lo encontré en el puente que se iba para su casa y me preguntó:¿  Que había pensado  hacer ¿. Si, le contesté. No me hace    falta más tiempo.  Jamás  haré lo que me propuso. Muy serio me dijo:” me sabe mal por ti, por el estado en que te encuentras (estaba embarazada de tres meses) tú, no te lo mereces, pero te arrepentirás de no haberlo hecho. He conocido a vuestro socio y  he hablado con él,  ya veremos  quien  gana.  Iré a por todas.  Vosotros lo tenéis muy  mal.  Joaquín,  jamás supo de esta conversación. Hoy, es la primera vez que sale a la luz.

Ciertamente  fue a por  todas, involucrando a toda la familia, la cual se puso en contra de Joaquín. Nos hicieron la vida imposible. El asunto estaba claro, si el dinero era del socio y el terreno era del padre ¿ Que pintaba Joaquín allí?, El taller era de todos y así lo hizo creer  a toda su familia. Cada día era más difícil vivir allí, así que, decidimos marchar y empezar de nuevo.
El lugar más fácil para nosotros era Madrid,  allí  teníamos a un buen cliente y amigo que tenía un taller, donde podríamos trabajar y hacer cosas nuevas.
El veintitrés de junio, verbena de San Juan  por la noche lo acompañé a la estación de Francia para dirigirse a Madrid. Antes,  me hizo plenos poderes  notariales. Yo sentía una tristeza que no podía ocultar, Joaquín me animaba diciéndome que no tardaríamos en reunirnos para  no separarnos jamás:” No estés triste, tienes plenos poderes. Eres la reina de nuestro Imperio. Todo esto me lo decía sonriendo” yo, entre lágrimas y sonrisas le pregunté ¿Joaquín una reina destronada, que Imperio puede gobernar? 
Llegó el momento de separarnos… abrazos, besos y lágrimas, él hacia Madrid y yo llorando hacía casa.
De vuelta a casa,  el tren iba lleno de juventud que se dirigían a la verbena cantando y bailando. Al llegar al pueblo las hogueras flameaban, los cohetes  estallaban en el cielo  en señal de fiesta para todos aquellos que se sentían felices y gozaban de ella. Mientras, dentro de mí,  sentía una tristeza que me ahogaba. Aquella noche no dormí, sintiéndome muy sola…como siempre rezaba pidiendo a Dios fuerzas para aguantar  mi destino, el cual veía hundido.
Por segunda vez y con más dureza que la primera, me tocaba aguantar el timón de un barco que se hundía.

Al cabo de un mes,  Joaquín volvía a casa. Durante este mes, había estado pensando que no era él el que tenía que marchar. Había decidido resolver rápido nuestra situación.
Por la mañana me dijo;” María, no te asustes voy hacer comedía, no pasará nada”. Lo seguí hasta el taller, cogió una barra de hierro y se puso detrás de la puerta. Cuando nuestro amigo abrió la puerta para entrar le dijo: “Si  pones un pie en el taller te doy con  esta barra en la cabeza” Se fue sin decir nada y aquí se acabó la historia .


Después  de todo lo ocurrido, nuestro socio  nos propuso que nos quedáramos con el taller y le devolviésemos el dinero cuando pudiéramos. En fracciones muy pequeñas, le devolvimos las cien mil pesetas que nos había prestado.

El  uno de octubre nació nuestro primer hijo que se llamó José. Un parto sin complicaciones y rápido. A pesar de nacer  un poco raquítico, estaba sanísimo.  Era lo que más me preocupaba  después de los contratiempos y padecimientos que tuve durante su embarazo.

La llegada de este hijo, fue la alegría de todos en casa. El padre de Joaquín y mi madre fueron los padrinos.

Un hecho, que hoy, solo es una anécdota pero que otrora fueron dos días de un terrible mal sueño fue el siguiente:
Siempre había oído  decir: Después  de Dios, van los ingenieros de  caminos y puertos. Pero en aquellos tiempos descubrí que el tal dicho, no era así. Había  un  director de banco  que se creía,  que después de Dios iba él.
Trabajábamos con el Banco Central de Mollet, pueblo vecino al nuestro. El Director de este. Tenía un negocio de accesorios de motocicletas, a nombre de su esposa. Era un buen cliente nuestro. Por lo que se le hacía un precio especial; ya, que nos aceptaba letras,  cuando sobrepasábamos el riesgo. Un día, nos pidió la exclusiva de las horquillas para todo el país,  si queríamos mantenerlo como cliente. Mi esposo se negó. Su teoría era,  mejor tener pequeños clientes que uno  grande haciéndonos bailar a su son.  A los pocos días nos devolvió  una serie de letras que tenía pagadas y archivadas,  más las que había en circulación, además, de todo el material servido. Durante un tiempo. La cuenta se quedó  en  números rojos, fue   espeluznante. Nos daba cuarenta y ocho horas  para cubrir el descubierto. De lo contrario nos embargaría.
Hoy sé, que tan rápido no lo hubiera  podido hacer, pero en aquel momento  por el cargo que ocupaba nos lo creímos. Fueron dos días desesperados  y sí una persona podía salvar nuestra situación esta era el Sr Clua, y a él recurrimos. Era un buen cliente y nos apreciaba. Se veía reflejado  en nosotros, cuando él empezó.  Siempre nos decía: “Las  pasé mas putas que vosotros,  antes  que  no gané el primer duro.” Joaquín, fue a verlo. Resultó que a la vez, se cruzaron en el camino. Él venía a casa por un trabajo. Cosas de la Providencia.   Le expliqué  nuestra situación. El sr Clua tenía un genio de mil demonios. Me cogió de la mano y me dijo:” Tu y yo, ahora mismo vamos a ver  a ese “mal parit”.   Va a saber quién soy.  Le dijo palabras muy fuertes por el hecho tan vergonzoso que había cometido con nosotros e incluso lo amenazó  con retirar el dinero que tenía en aquella entidad bancaria sí no solucionaba al momento nuestra situación.  El Sr. Clua, tenía mucho dinero y un peso fuerte en aquella entidad.  Por lo que consiguió un aplazamiento largo  para cubrir el descubierto.  Joaquín volvió desesperado a casa por no haberlo encontrado y yo  muy contenta le expliqué, que el problema estaba resuelto.
A partir de ese momento abrimos  una cuenta en el Banco de Sabadell. En aquel tiempo estaba en la calle San Quirze, en un  edificio que parecía más bien una casa particular que una entidad bancaria. Recuerdo, que  detrás del mostrador había unas estanterías  llenas, con los  típicos archivadores de cartón. El Sr. Monrás era el director. Había un  joven de nuestra edad, de aspecto bajito, pero grande en dinamismo, era su secretario. Se llamaba  Juan Oliu.
Era siempre a la persona que  yo recurría  para conseguir  más descuento de letras cuando sobrepasaba  el riesgo que teníamos. Me daba la impresión que muchas veces lo conseguía por lástima. Nos hicimos muy amigos, a los pocos años, ascendió a Director. Antes de tomar  una decisión importante siempre se lo consultábamos. Siguió toda nuestra trayectoria hasta el final.

A pesar de que trabajábamos bastante, el sector de la moto empeoraba cada día y en pocos años,  tal y  como nacieron murieron. Con la particularidad de que sus suspensiones  de pagos  nos afectaban. Cuanto más material les habíamos suministrado, peor. Causándonos así, un trastorno  económico que costaba  superar. No obstante, y a pesar de que los contratiempos  eran  uno detrás de otro. Tuvimos suerte. Cuando él estaba desmoralizado yo aguantaba bien. Cuando era yo, él, hacia lo mismo. Sí uno todo lo veía negro, el otro siempre  veía un poco de luz. Luz de esperanza para seguir adelante. Las dificultades, cada día nos unían  más y más.

El catorce de enero del año mil novecientos cincuenta y seis, nació nuestro hijo Jorge sin ninguna complicación. No obstante, nos dió  trabajo, a causa de venir  tan rápido, no  pude ni llegar  a la clínica  y  claro, no estábamos preparados para esto.



Durante este mismo año, nos quedaban pocos clientes del sector de las motos.  Teníamos que cambiar de rumbo, o de lo contrarío, nos pasaría  igual que a ellos. El cerebro de Joaquín siempre estaba en plena ebullición.  Contrató a un delineante, le hizo proyectar un Dumper. Mientras, en su mente tenía otro proyecto: Construir una motovagoneta  para el  transporte interior, pero que diera la vuelta sobre ella misma. Se empezó el prototipo de Dumper  y el proyecto de la motovagoneta.


Se hizo el Dumper de una capacidad para mil kilos. Un año más tarde, lo presentamos en la Feria de Muestras. No vendimos ninguno,  pero sacamos muy buena impresión  de aquella Feria. Por lo que, nos animamos  a fabricarlo. Durante cuatro años  vendimos muchos.


Nuestras ilusiones sobre él, se disolvieron como la espuma, cuando salió la disposición de que todo vehículo,  tenía que ser matriculado, para salir a la carretera.
Luchamos para conseguir la autorización y siempre Obras Públicas la denegó.
La casa Ausa  tenía licencia para fabricar un pequeño coche, que no dio el resultado esperado, y dejaron de hacerlo para fabricar Dumpers. Tuvieron mucho éxito y aún siguen  fabricando. Nosotros entonces desistimos, y nos dedicamos de lleno a la motocicleta.
Aquel mismo año la presentamos en la Feria. Pero no se podían  poner en marcha. En aquellos tiempos la mitad de las maquinas  expuestas en la Feria eran prototipos,  no funcionaban.



El veinticuatro de marzo del mil novecientos cincuenta y ocho nació nuestra hija Ana. No hace falta decir, que después de dos chicos, causó una gran alegría en toda la familia.

La familia,  iba creciendo y el taller también. Por un lado, ampliábamos el taller con cobertizos  y a la vez, acabábamos nuestra pequeña casa, que la empezamos al casarnos, y  que por fin nos trasladábamos con todos nuestros hijos. La casa era tan pequeña que nuestro hijo mayor dormía en casa  de los abuelos. Durante años, aquel edificio con tantos tejados, tuvo un  aspecto  horroroso


En el mil novecientos cincuenta y nueve, la motovagoneta estaba en condiciones de ser fabricada. Se patentó  en España y Portugal, y de nuevo se llevó a la Feria. Hubo mucha gente interesada, de la cual yo, iba tomando nota. Además, preguntaba a que se dedicaban.  Al terminar la Feria y hacer un resumen, nos dimos cuenta  de que la mayoría eran ceramistas, fabricantes de ladrillos.  Joaquín me dijo: Esta gente,  tienen un problema y debo saber  cuál es. Al día siguiente, se fue a visitar una cerámica de San Cugat.
Evidentemente tenían un problema con el transporte. Con carretones  de mano, transportaban el material al patio para secarlos.  Una vez secos,  transportarlos al horno,  y de nuevo al patio. Nuestra máquina, era idónea para hacer ese trabajo; tenía capacidad para mil kilos, y necesitaba  poco espacio para maniobrar con ella. Teníamos que  adaptarnos  a sus medidas,  y cambiar la plataforma que llevaba,  por  una horquilla hidráulica  para coger los “ palets “
Los “palets “ no existían. Fue un problema, hasta que Joaquín hizo un croquis  y se lo llevó  a un carpintero.  Hizo construir unos cuantos para así, poder trabajar con nuestra máquina. Estos “ palets que hoy se tiran sin darle importancia, mi esposo, fue el creador y representó  mucho para nosotros .
Una vez más, con una máquina de escribir y un anuario al día, busqué  direcciones de todas las  fábricas de cerámica del país, las escribí una por una. Joaquín, una vez más, con una D.K.W. comprada de ocasión. Recorrió el país  de punta a punta, haciendo demostraciones con la motovagoneta.  Pasaba más tiempo fuera de casa, que en ella. Nuevamente  me quedaba de responsable del taller.
Todos la encontraban interesante y tenían ganas de comprarla, pero ninguno se atrevía; antes, he dicho que era el año mil novecientos cincuenta y nueve y la crisis que comportaba la estabilización, frenaba  las inversiones. Fue un año duro para  todas las industrias. Pero mucho más, para los que habíamos empezado de cero en la posguerra,  que éramos la mayoría.
El turismo, ayudó a cambiar la situación del país. Con la expansión de la construcción, los ceramistas trabajaron mucho, y detrás de ellos nosotros.

Nuestra situación poco a poco cambiaba y la plantilla de trabajadores aumentaba  constantemente; éramos más de veinte, sacábamos buen rendimiento,  pero todo el beneficio lo invertíamos en el taller. Quitamos  todos lo cobertizos.  Construimos otra nave.  Yo,  tuve un nuevo despacho, además de  una chica joven que me ayudaba  a hacer  las facturas. Se compraron nuevas máquinas e utillajes y a pesar de ganar dinero, continuábamos yendo justos.


En el año, mil novecientos sesenta. Por primera vez  expusimos en la Feria, pero en el Paseo María Cristina.  Tengo un grato recuerdo. Joaquín, siempre en busca  de clientes,  iba a los stands de nuestros amigos que fabricaban  máquinas para cerámicas.  Así que yo, me quedaba muchos ratos sola en el stand.  En uno de aquellos  momentos, vino un  señor de el Ferrol del Caudillo ( Hoy, simplemente Ferrol) interesado por un tipo de máquina que llevaba volquete.  Al  verme  sola, quería marcharse y volver más tarde.  Viendo su interés no podía dejarlo marchar.  Así que, seguidamente le di  información y explicaciones sobre el funcionamiento e utilidad de la máquina.  Le causó  muy buena impresión.

Me explicó él  porque quería aquel tipo de máquina. Tenía “ El terral” cerca  de la fábrica y unos diez burros viejos con alforjas  le transportaban la tierra a las balsas haciendo cadena. Me hizo mucha gracia,  y riendo le dije, que la máquina era idónea para hacer este trabajo y que  a los burros ya era hora  de que los jubilara.



Entre burros y no burros, pasó una hora. Joaquín no regresaba, y a mí, se me acababan los recursos.  Por  suerte,  él, sacó el tema del Caudillo, contándome que era de su pueblo  y de lo mucho que había hecho por  este.
Cuando vi  a Joaquín  llegar, mi corazón se ensanchó. Mi trabajo, había terminado.

Nos compró la máquina al día siguiente.  La pagó en efectivo. Lo que nos vino  de maravilla  para  poder pagar el stand que todavía debíamos, y ante esta situación teníamos que pagar las entradas para poder acceder.
El Sr. Arzua, este, era su nombre. Fue uno de los mejores clientes y amigos.  Para mi, fue siempre mi cliente.

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