jueves, 28 de julio de 2011

Parte 4

En pocos años, hicimos desaparecer los carretones de mano de todas las cerámicas del  país. Hasta llegar aquí, no fue trabajo fácil. Representó para Joaquín días y días fuera de casa y miles de kilómetros recorriendo el país de punta a punta a lo largo y ancho. Docenas de veces haciendo demostraciones sobre el terreno con la motovagoneta.  Para mí, esto representó días y días difíciles y llenos de soledad.

La venta no era fácil. En aquellos tiempos la mano de obra era barata y no compensaba modificar los patios a fin de que nuestra máquina pudiese circular. Por otro lado, la compra de “palets “valía  dinero… Un detalle que lo confirma, es cuando por primera vez Joaquín fue a la cerámica de Isidro Capmany en San Cugat. Este, era un hombre muy bromista,  cuando hablaba no sabías si la voz le salía por la nariz o por la boca, el caso era, que hacía reír cuando lo oías.
Al demostrarle la máquina, le dijo; chico no “harás” nada con esta máquina, porqué hoy el hombre es más barato que un kilo de carne de burro. Veo, que no me entiendes. Te explico: un kilo de carne de burro vale 80 pesetas y yo tengo un hombre de 80 kilos al día por 80 pesetas
Cuando la construcción despegó fuerte, las cosas cambiaron. La mano de obra aumentó de tal manera, que nuestras máquinas eran amortizadas en poco tiempo. No habían pasado dos años cuando Isidro se presentó en el taller y dijo a mi esposo; chico ahora sí que “harás” dinero. El hombre, es más caro que la carne de burro, así que ya puedes llevarme tres máquinas a casa.
Aquellos años, a pesar  de que tenía un buen encargado y dos auxiliares que me ayudaban en el despacho surgían problemas imprevistos en el taller y yo tenía que tomar decisiones a veces delicadas para que todo funcionara.
Aunque,  con Joaquín acordamos desde el momento que él se puso a viajar. Que cada día a las doce de la noche nuestros pensamientos estarían unidos por una oración, tal como hacíamos todos los días antes de dormir desde que nos casamos. No dejaba de encontrarme sola durante el día, y pensaba…


                                         Estic plorant i…perque ploro?
                                         perquè sento aquesta tristor
                                         que m’envaeix l’esperit.
                                         si sé que sola no estic  
                                         ja que els dos hem decidit
                                          quan arribi a la nit
                                         a l’hora de la oració
                                         de dos sers un en ferem
                                         no importa lo lluny que estem
                                         si el nostre esperit  i pensament  
                                         estaran junts aquest moment.



¿Estoy llorando y porque lloro? /  porqué siento esta tristeza / que me invade mi espíritu/
Si sé que sola no estoy/ ya que los dos lo hemos decidido/ cuando llegue la noche/ a la hora de la oración/ dos seres seremos uno / no importa lo lejos que estemos/  si nuestro espíritu y pensamiento/ estan unidos en este momento.

A veces, los obstáculos que había que afrontar, eran  superiores a mis fuerzas, por lo que  me desesperaba (había que hacer, de tripas corazón) para que la gente de mi alrededor no se diera cuenta. No obstante, cuando miraba atrás, y veía el camino que habíamos recorrido, sentía una satisfacción interior que compensaba  toda mi angustia.  Estaba orgullosa de mi esposo; era un verdadero hombre de empresa. Creativo y luchador.

Durante estos años la presentamos en todas las Ferias del país  menos  en Bilbao. Para este fin, compramos una roullote que servía de despacho, así,  era mucho más cómodo para instalarnos en  la Feria. Era francesa y la número seis que entraba en España. Aprovechando los quince días de vacaciones, fuimos a Portugal con nuestros hijos a un camping  de Lisboa, propiedad del municipio que era una maravilla. Joaquín nos dejó allí,  y se dedicó a recorrer el país en busca de cerámicas.
 Unos meses después, volvió hacer este recorrido con una movagoneta haciendo demostraciones por todo el país. En pocos años  se obtuvieron buenos frutos; alquilamos unos almacenes y enviábamos trailes completos de motovagonetas. Un distribuidor se ocupaba de las ventas. Junto con él presentamos las máquinas en la Ferias del Zaire y Mozambique 

Las motovagonetas dejaban buen margen, pero el recambio era la fuente de ingresos que nos permitieron construir nuevas máquinas por nuestros propios medios. Los prototipos eran diseñados en nuestra oficina técnica y costaban mucho dinero antes de que no se pusieran en fabricación.



El mercado se iba ampliando, y Joaquín solo, no podía, así que,  tuvo que formar a personal del taller y a vendedores para cubrir las zonas de más venta.


Unos de los puntos  en que vendimos muchas, fue cuando se abrió Mercabarna,  su primer encargo fueron cincuenta unidades, al poco tiempo llegamos a las doscientas cincuenta.  Instalamos dentro del mercado un taller de servicio  posventa y venta de recambios.

Un día, junto con mi esposo,  a las cinco de la mañana fui a visitarlo. Había un ruido de motores que no se podía resistir.  Los conductores hacían verdaderas filigranas para no tropezarse  los unos con los otros.


Nuestra situación económica poco a poco iba cambiando, tenía buena relación con todos los directores de los Bancos que trabajábamos. A pesar de eso, continuaba mi preocupación. Se hacían ventas a largo plazos, eso comportaba crear más papel bancario  del que nos admitían, y a veces  aún teniendo dinero, costaba  cumplir con los compromisos adquiridos.
Esto duró, un tiempo, supongo que debía  de ser la política del país. Los bancos eran inestables con la admisión del papel, a veces te pedían letras  y cuando  más confiado uno estaba, de golpe, cerraban el grifo. Esto, te creaba grandes problemas.
Jamás olvidaré un hecho con el Sr. Puig director del banco de Santander de la sucursal de Sabadell con el cual tenía buena amistad  y confianza. No hacía quince días, cuando me había dicho que estuviera tranquila  porque le permitían sobrepasar el descuento. A los pocos días me estaban  reteniendo una importante remesa de letras. Tres días, estuve intentando hablar con él por teléfono sin conseguirlo. Ya, no podía esperar más, necesitaba  pagar el  salario semanal.  Decidí ir  a hablar con él directamente. Al llegar, lo primero que me dijeron: El Sr. Puig no podía atenderme porque  estaba en una reunión y tenía mucho trabajo. Le pregunté si saldría para ir a comer y me dijeron que si, pues bien contesté, no tengo ninguna prisa. Esperaré. Me senté, iba preparada con un libro y me puse a leer.
Más de dos horas tuve que esperar. Cerraron, cuando un empleado me dijo que podía  subir al despacho del director. El Sr. Puig me pidió disculpas y me explicó las órdenes que habían recibido en aquellos días y al mismo tiempo abrió dos cajones llenos de paquetes de letras retenidas. Después de mucho hablar  conseguí me abonara la mitad de la remesa  solucionando así, los compromisos de la semana. Total, que  a las tres de la tarde me iba a casa a pié, ya que el coche de línea se había marchado. Tuve que hacer seis kilómetros para llegar,  menos mal que estaba contenta, pero eso no me salvó, de que por el camino tuviera que quitarme los zapatos de tacón alto que llevaba, llegando a casa con unas  ampollas en los pies  que me duraron más de ocho días.

Joaquín iba  a todas las Ferias de la construcción de Italia, visitaba fábricas de cerámica con un amigo italiano, fabricante también de maquinaria similar a la nuestra. Los italianos iban muy por delante de nosotros en mecanización dentro de aquel sector. Mi esposo intuyó, que las motovagonetas  quedarían  desplazadas dentro de  poco tiempo y decidió construir una máquina más grande que hacía el trabajo de la pequeña con la ventaja añadida que cargaba el material al camión con el mismo palet.

Sin tardar se empezó a diseñar una máquina elevadora y como siempre con nuestros propios medios.





El año que se presentó en la Feria, expusimos en  dos stands, en el del  Gremio de los Ladrilleros como de costumbre y el otro, en  el Paseo de María Cristina, ya que la máquina elevadora iba destinada a diversas industrias. Tuvo mucha aceptación, principalmente en el sector de la cerámica, ya que estaba especialmente adaptada a sus necesidades. La Feria para nosotros era la mejor fiesta del año; a pesar de que teníamos  allí  a todos los vendedores, yo estaba todos los días: me gustaba ver al cliente que durante el año había estado en contacto por teléfono, y que muchas veces al pedir recambios  querían que yo los atendiera.
A la Feria acudían cada año los fabricantes más importantes del país. El primero que visitaban  era el stand de Alfaro. Era la casa de todos, el punto de encuentro de  amigos que nada más se veían en aquellas fechas. A parte de los Congresos  Internacionales que se hacían de la Cerámica,  a los cuales muchos habíamos asistido, cada año por la Feria. El Gremio de  Ladrilleros organizaba las” Jornadas Espalyt” que duraban tres días. Joaquín y Felip Verdes fabricante de maquinaría de cerámica, organizaban las visitas a cerámicas, técnicamente más avanzadas, acabando el recorrido en nuestra oficinas. Yo atendía a las señoras en las visitas previamente preparadas por el Gremio.
Estos actos se terminaban siempre con una comida,  con el ritual de discursos.
Jamás olvidaré que en una de estas comidas el Sr. Urralde  un buen cliente de Tudela, de carácter alegre y simpático se puso a  hablar por el micrófono y entre otras cosas dijo; Señores,  aquí tenemos a un hombre, que nos limpia nuestros bolsillos; pero también, es el hombre que siempre está dispuesto a resolver desinteresadamente nuestros problemas y que ha hecho que nuestras industrias vayan hoy sobre ruedas: Pido un brindis para el Sr. Alfaro y su esposa, su mejor colaboradora. No hace falta decir  que los dos nos emocionamos. Mi esposo dió las gracias y haciendo broma se terminó la fiesta.
Durante estos años nos salió un competidor del pueblo de Martorellas que hizo un plagio de nuestras motovagonetas  se interpuso  una demanda judicial que se resolvió a favor nuestro. Tenía que darnos dinero por las máquinas que había vendido, pero llegamos a un acuerdo y le compramos el taller y la tierra de su alrededor.


Diseño del proyecto


                                                                





Nos vino muy bien,  nuestro taller, se nos quedaba pequeño y trasladamos la fabricación de la motovagonetas.
Poco a poco, nuestra casa cambiaba de estructura, más o menos de  acuerdo con el proyecto que habíamos diseñado. En aquellos tiempos todos los beneficios se invertían en mejorar la empresa para hacerla grande y sólida. Era nuestra máxima ilusión.
Pasaban de setenta los empleados que teníamos aparte del trabajo que dábamos a otros talleres y que representaba mucho más. Se montaron cuarenta y cuatro talleres de asistencia distribuidos por todo el país. Aumentamos la plantilla de vendedores y pusimos representantes en las ciudades más importantes. Eso comportó montar un departamento comercial, otro, de pos venta y aumentar la plantilla técnica, así como la de contabilidad. Encontré un buen contable y yo prácticamente me cuidaba solo de los asuntos bancarios.

En el año sesenta y seis, aprendí a conducir. Cosa que me ayudó muchísimo para poderme desplazar sola por mi trabajo.


El mismo año, nuestra hija Ana hizo la comunión. La fiesta fue más  lucida que la de sus hermanos ya que nuestra posición económica había mejorado. Por la tarde vinieron unos payasos y un mago para terminar la fiesta. Había muchos niños entre  los de los familiares  y trabajadores. Se lo pasaron muy bien,


También el mismo año nuestros hijos cambiaron de escuela, ya que en todo el tiempo apenas avanzaban. El director solía decirnos, uno es perezoso y el otro un distraído.

Los llevamos a la escuela San Nicolás de Sabadell,  considerada entonces, una de las mejores y su enseñanza  un sistema más moderno. Solo estaban a media pensión.
Al terminar el curso la directora nos llamó para decirnos que José era inteligente, pero que no se esforzaba, por lo que no rendía. A Jordi, lo habían  observado todo el curso y al principio pensaban que era falta de adaptación al nuevo sistema de enseñanza, más este no era su caso. Nos aconsejaron que lo viese un psicólogo para saber cuál era su problema. Evidentemente tenía un grave problema; era disléxico.
Los dos chicos, en diferente sentido el uno del otro durante dos años fueron a un Centro especializado. No obstante, mucho no ganaron. Jordi, jamás superó la confusión que tenía entre la letra D y la R.  La asignatura de literatura le quedó siempre pendiente. A pesar de eso, los profesores lo toleraban y siguió a delante con sus estudios. Ana cuando tuvo la edad, fue a la misma escuela.
En el año sesenta y siete, en  el terreno que lindaba a la riera,  nuestros vecinos tenían una nave, en la que fabricaban bloques de cemento para la construcción, cuando cerraron la fábrica, nosotros se la compramos y la adjuntamos a nuestros terrenos. Construimos dos naves, e instalamos el taller de reparaciones. Al resto del terreno que quedó, durante un año le echamos cantidad de camiones de escombro, hasta dejarlo al mismo nivel para hacer un pequeño parque,  que se construiría unos años más tarde. Era una maravilla; pinos, sauces, palmeras, magnolias, arbustos, flores de todas clases y centenares  de rosas de todos los colores y cantidad de césped que yo cuidaba. Lo cortaba con una potente máquina. Iba  a todo gas, me costaba tres horas el dejarlo como una alfombra. Teníamos una piscina,  un porche con una barbacoa de piedra, mesa y banco  hecha del mismo material.  Las plantas más bonitas estaban iluminadas con focos de luz; a la noche era un paraíso.

                  



  








Íbamos creciendo,  el taller también, a buen ritmo. En el sesenta y ocho, continuaban las obras, prácticamente solo faltaba el frontal que daba a la carretera,  ya empezaba a perfilarse un aspecto más de fábrica que de taller.






El país estaba en plena euforia, el turismo aumentaba cada año y la construcción en toda la costa era una locura. Los camiones de las fabricas que transportaban el material a la obra a veces no llegaba a su destino por haber constructores esperando en el camino ofreciendo más dinero y se quedaban con el material. Los ceramistas cada día mecanizaban  más  a las fábricas para sacar más rendimiento.


La construcción movía todos los sectores de la industria. Se trabajaba tanto como se quería, no se iba a buscar ningún cliente, sino que eran ellos los que venían a nosotros. Aumentamos la plantilla a cien trabajadores, repartidos entre todos los departamentos. A partir  de aquí, tuvimos que tener médico dos días a la semana y enfermera todos los días para atender la necesidad de los trabajadores.
Muchos talleres pequeños trabajaban exclusivamente para nosotros,  montamos cuatro más en sociedad, con gente que trabajaba en nuestros talleres; total representaba más de doscientos trabajadores que trabajaban para nosotros.
Quiero destacar, no porque  sea una novedad, sino para constatar que hay hechos que gobierne quien gobierne siempre existirán. Vendimos una motovagoneta a una Compañía de Servicios del Estado, si queríamos cobrarla, teníamos que facturar otro tipo de máquina que multiplicaba por cuatro el precio de la que les habíamos servido.

El mismo año en una de las Ferias de Italia  se presentó por primera vez una horquilla hidráulica de diversos dedos, cosa que permitía llevar el material al patio, cargar el horno y también los camiones sin los palets; era un gran avance para las cerámicas. Sin pensarlo dos veces. Joaquín compró dos que  se adaptaron a nuestras máquinas y se presentaron en todas las Ferias de nuestro país.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario